Estamos en el centro de una de las más importantes culturas culinarias mundiales: la mediterránea. Países de clima templado, ricos en vegetación que crece por doquier, de cereales que se han diversificado a través de los siglos, de frutos que tienen el mismo nombre pero son muy diferentes entre sí. ¿Saben cuántas subespecies de albaricoques crecen sobre el Vesubio, a 150 kilómetros al sur de Roma? Más de100.
Por esta razón nuestro desayuno tiene sobre todo los colores y los sabores de nuestra fruta, de nuestros cereales de colina, llano y montaña, de los diferentes tipos de dulces y panes de Italia; un país que representa el 0,2 por ciento de la tierra firme, pero tiene una historia, también culinaria, diferente en casi cada uno de sus ocho mil Ayuntamientos. Y por esta les sugerimos elegir dieta mediterránea en su desayuno: proteínas vegetales, frutas, hortalizas; productos únicos y sabrosos de nuestra tierra.
Pero se lo proponemos también en nombre de un anhelo: de una relación más dulce con el Planeta. Una mayor cantidad de carne quiere decir mayor consumo de suelo, mayor impacto sobre el clima, crías animales administradas como industrias y polución. En su elección puede ir implícito un pequeño gesto que premia el paladar y alivia nuestra presión sobre el mundo: prueben, si así lo desean, los perfumes y los sabores del Mediterráneo. El chef lo aconseja.